Utilizo la categoría de “Terapia de pareja” de mi blog para hablar de un tema del que creo inevitable hacer una referencia, puesto que desgraciadamente forma parte de la situación social, política y económica de todas las personas que vivimos en este rincón del mundo donde yo vivo.

Es difícil mostrarse indiferente ante el tema de la relación entre Cataluña y España. Todo el mundo al mí alrededor, familia, amigos y amigas, conocidos en general, gente pública y personas que no conozco de nada, pero con quienes me encuentro en un momento dado, van expresando sus posicionamientos de manera velada o con contundencia, con dudas o con mucha seguridad. Hay de todos los colores… La cuestión es tan compleja que se hace difícil encontrar un punto equidistante que permita comprender la realidad sin prejuicios. Incluso en muchos de los que se autocalifican de “equidistantes” suele ser también evidente el sesgo político o los prejuicios que los animan.

Así pues, para decir algo, me centraré en un concepto que en principio todo el mundo está de acuerdo: el diálogo.

El diálogo es un tipo de comunicación que permite a las personas expresar lo que sienten y quieren, de manera recíproca, y con el cual se pueden resolver problemas. El único inconveniente del diálogo es que es imprescindible la actitud de empatía previa hacia el otro. Si no hay esta empatía, es prácticamente imposible que exista diálogo.

Si no hay empatía, es imposible que exista diálogo.

Esta afirmación la expreso, con toda la relatividad que hay que expresar cualquier creencia humana, desde mi experiencia como terapeuta de pareja desde hace más de treinta años.

El hecho de trabajar con parejas disfuncionales o en crisis, a menudo muy grave, siempre con el anhelo de ayudar que puedan recomponer su unidad de pareja de manera satisfactoria para los dos, si este es su deseo… me ha movido a buscar fórmulas y protocolos de comunicación para conseguirlo. Porque el gran porcentaje de problemas en las parejas suele ser debido a un estilo de comunicación ineficaz, que puede ser pasivo, agresivo o pasivo-agresivo. El otro gran problema de las parejas en crisis, que no es la comunicación y es más profundo, es el de las “expectativas”: ¿mi pareja es el que yo espero de una pareja?, ¿encaja como mínimo en un 70%?, ¿cubre mis necesidades?…

Pero bien, supongamos que el problema de una pareja determinada fuera únicamente de comunicación. Imaginemos esa pareja en la que los dos estuvieran bloqueados desde hace mucho tiempo en su visión de las cosas sin ni tan sólo escucharse el uno al otro, que es como se suelen presentar muchos casos a la consulta. ¿Qué podríamos hacer para ayudarlos?

Hace muchos años descubrí un libro de un psicólogo especializado en trabajar por la paz en países en conflicto, se trata de Marshall Rosenberg y el libro es Les mots sont des fenêtres, ou bien ils sont des murs (Las palabras son ventanas, o bien son paredes).

Rosenberg viene a decir que, en primer lugar, uno tiene que poder expresar de manera asertiva sus sentimientos u opiniones sin críticas ni reproches al otro. Recomienda hacerlo según este sencillo protocolo: “Cuando pasa tal cosa… (los hechos que son motivo de discordia), yo me siento… (ansioso, preocupado, enrabiado, enfadado, entristecido…), porque para mí es importante… (los razonamientos que sostienen mi opinión), y me gustaría… (propuesta de solución).

Lo que viene ahora es la gran parte de la solución: la empatía. El otro tiene que poder escuchar lo que uno ha dicho con atención, de forma que después pueda devolverle el mensaje que le ha sido transmitido: “Ah, entiendo que cuando pasa tal cosa… (los hechos que son motivo de discordia), tú te sientes… (ansioso, preocupado, enrabiado, enfadado, entristecido…), porque para ti es importante… (los razonamientos que sostienen su opinión), y te gustaría… (tu propuesta de solución).”. ¡Esto es la empatía, querer –y subrayo querer– entender los sentimientos y la opinión del otro y decirle que lo entiendes! Sólo después de este paso esencial se puede añadir, ya sin problema, que no estás de acuerdo; que tú, aquellos hechos los entiendes de otro modo…, y entonces será tu turno de expresar también de manera asertiva qué sientes, porqué lo sientes y qué te gustaría para solucionarlo.

Si los dos miembros de la pareja en crisis son capaces de realizar ese ejercicio de escucha construyendo este diálogo de entrada, seguro que se puede entrever algo más cerca la solución de su conflicto.

  • Pero en el caso del tema Cataluña-España, la impresión que tengo a riesgo de equivocarme, es que al menos una de las partes no ha mostrado nunca, nunca, nunca, ninguna empatía hacia la otra.