El tratamiento de los transtornos funcionales


El problema es que tras el diagnostico médico de ausencia de organicidad ¿qué tratamiento deberían recibir estos enfermos?

  • De entrada sería preferible hacer ver al paciente y a las personas cercanas a él, que se trata de alteraciones del organismo tan merecedoras de atención como cualquier otra enfermedad.
  • Esto es importante puesto que lo habitual, como ya hemos comentado, es que haya recibido explicaciones insuficientes por parte de otros facultativos, un trato poco cuidadoso o sugerencias directas o encubiertas de que es un caso ‘psiquiátrico’ o ‘mental’.

Recordad que los médicos especialistas que dedican su atención a las enfermedades orgánicas, tienen escasa información sobre estos trastornos funcionales.

Muchas veces comparten con ellos pintorescas explicaciones acerca de lo que es ‘psicosomático’.

  • Así pues conviene explicar, de manera razonable y accesible, información acerca de cómo opera el sistema nervioso central para que funcione el organismo (p. ej., puede explicarse que un motor puede funcionar mal no solo por el hecho de tener piezas rotas, sino también porque puede estar desajustado), y que efecto tienen nuestras emociones en nuestro cuerpo (p. ej. cuando se recibe un susto) para entender como en un estado de preocupación, alarma o sobresalto es fácil que el organismo se desajuste.
  • Asimismo es decisiva la relación que se establece con la persona –no solo en estos casos sino también en cualquier acto médico- tanto en el sentido de que se sienta creído como en el de sentirse apoyado, para ello basta con tratar de ponerse en su lugar, para inferir de ello sus sufrimientos y dificultades cotidianas.
  • En los casos en los que se presentan síntomas ansiosos o depresivos importantes, es útil el tratamiento con psicofármacos para disminuir la intensidad de estos síntomas y permitir a la persona empezar lo más pronto posible un tratamiento eficaz.

Una vez calibrado el aporte farmacológico, actualmente, el tratamiento ‘eficaz’  se basa en dos medidas que parecen ser más adecuadas para reducir la activación emocional y sus consecuencias: la reestructuración cognitiva dirigida a la parte “mental” del trastorno, y el trabajo corporal (técnicas de relajación, etc.) dirigido a la parte “somática”.

  • A) La reducción de la activación emocional se consigue, en parte con la medicación y en parte con estrategias cognitivo-conductuales: para que la persona aprenda estrategias propias de afrontamiento al estrés, para que aprenda a aceptar que las sensaciones corporales son respuestas emocionales propias de un fracaso adaptativo, para que identifique las creencias erróneas asociadas con el malestar percibido para elaborar posteriormente alternativas racionales, etc.
  • B) La parte más física del tratamiento sigue siendo la gran asignatura pendiente:
  1. Clásicamente se ha trabajado con las técnicas de relajación para reducir la tensión muscular y la reactividad emocional. La técnica más utilizada es la llamada relajación de Jackobson.
  2. Posteriormente, en mi experiencia, durante estos treinta años he trabajado con técnicas de reeducación corporal que incluyen una nueva variable a mi parecer fundamental: la manipulación corporal. En el caso de la técnica que utilizo es una manipulación suave y profunda que consigue modificar facilmente patrones básicos de tensión. Esta posibilidad terapéutica la explico en las páginas siguientes: “Dolor psicosomático: un enfoque terapeutico” y “Guión para un estudio científico” . La técnica concreta está descrita en la página “DFA-Reconocimiento de patrones somáticos”.
  3. Finalmente ha aparecido un nuevo paradigma en el tratamientos de los síntomas emocionales y somáticos: el “mindfulness”. Mindfulness o ‘atención plena’ aporta un enfoque diferente al fomentar un entrenamiento mental que permite a la persona ‘observar’ su propio malestar o dolencia sin juicio. Esta interesante aportación está desarrollada en la página “Mindfulness”