Prácticas médicas alternativas y técnicas complementarias

Debido al uso que yo mismo hago de determinadas terapéuticas que no forman parte del conjunto de prácticas médicas enseñadas en la formación académica oficial, como es la osteopatía y la reeducación postural; y la recomendación que puedo hacer de utilizarlas, en determinados casos que el paciente me manifiesta una intensa fe en ellas (fitoterapia, acupuntura, homeopatía…), me obliga a puntualizar mi punto de vista respecto al tema de las prácticas médicas alternativas y terapéuticas complementarias.

En este sentido hago mías la opinión del Col.legi de Metges de Barcelona:

  • Tradicionalmente la medicina académica u oficial ha considerado con incredulidad, e incluso críticamente, las medicinas alternativas, reclamando que sólo las terapéuticas que tengan una base científica sean reconocidas y autorizadas. Sin embargo, una proporción importante y creciente de la población de los países avanzados busca una solución a sus problemas de salud en las medicinas alternativas, a menudo al mismo tiempo que recibe la atención de la medicina oficial. Estas prácticas alternativas no disponen de ninguna regulación oficial y quienes las practican, a menudo no médicos, lo hacen sin poder acreditar la bondad o al menos la inocuidad de sus actuaciones.

Y las conclusiones de la Ponencia presentada  en el XXI Congrés de Metges i Biòlegs de Llengua Catalana (Barcelona, 2000) publicado en la web del Col.legi de Metges. Este texto está basado en la ponencia presentada por los doctores Miquel Bruguera, Josep Lluís Ballvé, Josep M. Bertran i Xavier Granero, coordinada por el Dr. Màrius Foz y publicada el 28-31 de octubre de 2000, en el libro de Ponencias del Setzè Congrés de Metges i Biòlegs de Llengua Catalana.

  1. Las medicinas alternativas tienen, a pesar de la ausencia de validación científica, una larga tradición, y algunas son utilizadas regularmente o de forma ocasional por un elevado número de población. El atractivo que tienen para sus usuarios tiene unas causas muy diversas, pero en parte puede ser el reflejo de un disgusto con la medicina oficial cuando esta no puede dar soluciones a los problemas de salud o bien de un resentimiento en relación con la atención poco personalizada que a veces reciben los pacientes en el sistema sanitario público donde la masificación de las consultas de atención primaria no permite dedicar suficiente tiempo a la entrevista médico-enfermo.
  2. Algunas de las medicinas alternativas como la acupuntura, la homeopatía, la osteopatía, como tratamiento de problemas musculoesqueléticos, y la medicina naturista no son consideradas alternativas para la mayoría de las personas que las utilizan. El termino terapias complementarias seria, por tanto, más adecuado para designar estas prácticas, ya que evitaría su contraposición con la Medicina científica u oficial.
  3. Les terapias complementarias no pueden ser en ningún caso la alternativa a los tratamientos de eficacia demostrada científicamente. Por tanto, los médicos que las apliquen tienen que estar suficientemente formados para utilizarlas únicamente en aquellos problemas de salud sin tratamiento eficaz comprobado o como complemento de tratamientos de eficacia demostrada.
  4. La decisión de indicar alguna terapia complementaria tendría que ser una competencia exclusiva de los médicos, porque siempre exige un diagnóstico previo de la enfermedad del paciente, proceso por el cual únicamente los médicos preparados científicamente están capacitados.
  5. Los beneficios que se consiguen con las terapias complementarias pueden ser debidas a un efecto placebo o de mecanismos orgánicos o farmacológicos desconocidos. Hacen falta estudios, aplicando el método científico, para caracterizarlos. También estas prácticas pueden comportar riesgos para los enfermos, ya sea por un efecto adverso imprevisto (en el caso de algunos productos derivados de plantas) o porqué retrasan el diagnóstico y el tratamiento de una enfermedad grave.
  6. Es recomendable el establecimiento de criterios y de normas que regulen las prácticas alternativas y que se distingan las que pueden ser consideradas terapias complementarias de las que son claramente prácticas alternativas y, por lo tanto, substitutorias de la medicina oficial. La regulación de les terapias complementarias no tiene que considerarse un reconocimiento científico sino un procedimiento de ordenación y control ético i de la bona praxis profesional de su utilización.
  7. La Universidad no es el ámbito más adecuado para la enseñanza de las prácticas médicas sin base científica, pero sería conveniente que en el período de pregrado se diese a los estudiantes de Medicina información sobre las prácticas alternativas, las teorías en que se fundamentan, les circunstancias en las que puede ser aceptable su utilización y sus riesgos y inconvenientes. Se tendrían que determinar por parte de la Administración los criterios de funcionamiento y los mecanismos de control de los centros docentes de estas prácticas.
  8. Las terapias complementarias no tienen que considerarse especialidades médicas autónomas, sino instrumentos que todo médico puede usar, si tiene un conocimiento suficiente, y si considera que así podrá atender mejor a sus pacientes.
  9. Los médicos que no aplican estas prácticas tienen que respetar las decisiones de sus enfermos de ser atendidos por médicos que sí que les aplican, sin descalificar por principio estas prácticas ni a los que las utilizan, especialmente en aquellas circunstancias en que ellos no pueden ofrecer soluciones a sus problemas.
  10. El crecimiento progresivo de la utilización de las medicinas alternativas en la sociedad occidental tiene que hacer reflexionar a los médicos y las corporaciones médicas sobre las causas de este fenómeno, y en la necesidad de recuperar para su práctica profesional los elementos atractivos de estas prácticas no científicas como son el trato personalizado y afectuoso, un tiempo adecuado de visita y la visión del paciente como un todo y no como una persona con un órgano enfermo.

Finalmente, aunque mi posicionamiento personal abarque el concepto de “holístico” que queda bien definido en el modelo biopsicosocial, sigo manifestando una resistencia ideológica a definir mi praxis dentro de la “medicina integrativa”. Aún así, defiendo esta visión tal como lo expresa este artículo de Snyderman (2002):

  • El National Center for Complementary and Alternative Medicine (NCCAM) de Estados Unidos distingue entre la medicina complementaria utilizada de forma conjunta con la medicina convencional, y la medicina alternativa. También define la medicina integrativa como una forma de combinar terapias de medicina convencional con terapias de medicina complementaria y alternativa.
    La práctica de una medicina integrativa parece la postura más coherente, la mayoría de las personas que consultan a terapeutas alternativos prefieren la posibilidad de consultar a un médico bien entrenado en la medicina tradicional que tenga también una mentalidad abierta y buen conocimiento de los mecanismos de curación innatos del cuerpo, de la influencia de los hábitos de vida sobre la salud y de los usos apropiados de los complementos dietéticos, hierbas y otras formas de tratamiento, desde la manipulación osteopática hasta la medicina oriental. En otras palabras, quieren ayuda competente para moverse por el confuso laberinto de opciones terapéuticas disponibles en la actualidad, especialmente en aquellos casos en los que los enfoques convencionales son relativamente ineficaces o perjudiciales.

Snyderman, R., & Weil, A. T. (2002). Integrative medicine: bringing medicine back to its roots. Archives of Internal medicine162(4), 395-397.